Antonio Fernández Molina por Juan Manuel Bonet




Imagen: "Bodegón"
Antonio Fernández Molina
Técnica: Óleo sobre lienzo
Medidas: 100x68 cm


A Josefa Echeverría

Con el desaparecido Antonio Fernández Molina, poeta, narrador, pintor, crítico de arte, personaje multifacético, uno ha coincidido en más de una batalla.

Por Ramón Gómez de la Serna y lo que el de Alcázar de San Juan, que ilustró alguna de sus reediciones póstumas, llamaba, con formula definitiva, sus “greguerías dibujadas”. Por el “altamiresco” y luego pre-minimalista Mathias Goeritz, al que él ya publicaba a comienzos de los cincuenta. Por el porteño y martinfierrista Xul Solar del que supo antes que nadie. Por el postismo, a cuya estela perteneció como poeta, pareciéndose su situación, en ese sentido, a la de sus amigos Gabino-Alejandro Carriedo y Ángel Crespo. Por el impar Juan-Eduardo Cirlot, que en 1969 escribió en la vanguardia una columna pionera sobre sus dibujos, en la que comparaba su caso con el de Michaux. Por su Alejandra Pizarnik con la que nunca llegó a encontrarse pero con la que estuvo en correspondencia. Por su paisano Antonio Beneyto, también corresponsal de la anterior, con la que ambos compartían su condición de poetas-que-pintan… 
Zaragoza, pero también Teruel y su dinámico museo, Veruela, Madrid, donde lo entrevisté para Diario 16 con motivo de una de sus individuales y donde presenté su conferencia en la Galería Guillermo de Osma sobre el mencionado creador argentino, inventor de la “panlengua”, fueron los escenarios de nuestros encuentros, en los que a trancas y barrancas, hablábamos de lo divino y humano. Postista de la segunda oleada, el manchego errante Antonio Fernández Molina, que antes de recalar en Zaragoza residió primero en Guadalajara y diversos pueblos de su provincia, y luego en Palma de Mallorca, pertenecía casi de siempre, y como acabo de decirlo, a la amplia familia de poetas que pintan. Expuso sus “amables monstruitos”, como los designó su colega y amigo –y también ocasionalmente dibujante- José Hierro, en diversas galerías –entre ellas las madrileñas Seiquer, Orfila, Juana Mordó y Ra de Rey- y centros de arte. La primera de Antonio Fernández Molina, que compartió con Antonio Beneyto, tuvo lugar en 1968, en las históricas Galerías Costa, de Palma de Mallorca, que todavía era su ciudad de residencia, pronto sustituida por Zaragoza, donde en 1972 comparecería en solitario en Libros, y donde mucho más recientemente, en 1999, Miguel Marcos lo incluiría en su programación. Mucho antes, en 1952, en los tiempos de su revista Doña Endrina, cuando todavía no había publicado libro alguno, había organizado, en los altos de un bar, el Soria, una muestra de vanguardia en Guadalajara, y había participado en una muestra colectiva de escritores-pintores organizada por Ramírez de Lucas para el club de prensa de Madrid. En 1961 lo encontramos en otra de lo mismo, itinerante por varias ciudades argentinas, y en homenaje a otro singular martinfierrista, el peruano Alberto Hidalgo, el fundador de la Revista Oral de Buenos Aires. Remiro las ilustraciones-dibujos, cuadros, aguafuertes, serigrafías- contenidas en los catálogos y libros de Antonio Fernández Molina. 
Releo lo que han escrito sobre su obra plástica críticos como los citados Cirlot, Hierro y otros como Enrique Azcoaga, Carlos Areán, Rafael Soto Vergés, Claudio Bastida, Eduardo Alamitos, Encarnación Pisonero o su estricto paisano Corredor Matheos. Animales domésticos y otros fantásticos, pájaros multicolores, mares poblados de peces –el pez, dijo el poeta “me ha sacado de muchos atolladeros”-, lunas y “lunatiquerías”, equilibristas, corazones, árboles, insectos, rocas, castillos encantados, escaleras que no conducen a ninguna parte, grandes cabezas en el horizonte, grandes ojos, números y letras en libertad, aperos de labranza, maniquíes ramonéanos, gigantas, ciclistas, automóviles, carnavales, pueblos soñados de la España profunda, presididos por altos campanarios con relojes… Un mundo rural –Poemas en la aldea se titula, casi a lo Francis Jammes, un libro suyo de 1963, y Paz campesina, un óleo de 1982-, pero pese a que le gustaba mucho la pintura y la literatura de José Gutiérrez Solana, no un mundo España Negra.
Juan Manuel Bonet

[El presente texto sirvió a Juan Manuel Bonet para inaugurar la exposición de Antonio Fernández Molina  Poesías en la Galería Amador de los Ríos de Madrid del 05/03/2003 al 14/03/2003].

Si desea el lector contemplar alguna de las obras expuestas, además de la que figura como viñeta en la parte superior, puede enlazar con la dirección: 

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