Mosaico ramoniano, de Antonio Fernández Molina







Escrito en el año del centenario de Ramón
LOS DIBUJOS DE RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA, por
ANTONIO FERNÁNDEZ MOLINA

A la práctica del arte se accede con frecuencia con la más absoluta autenticidad, por caminos inhabituales.
Es bien conocida la vertiginosa actividad de Gómez de la Serna que le llevara a publicar muchos libros y miles de artículos y colaboraciones en la prensa, desde las más importantes revista literarias –“Sur”, “Revista de Occidente”, “Cruz y Raya”– hasta las más modestas publicaciones. Esta característica hace que en ocasiones se le compare a Lope de Vega –y con extraordinaria perspicacia lo ha hecho Gerardo Diego–, como por cultivar múltiples géneros y actividades literarias y artísticas, se le ha comparada también con Picasso.
Su amor -y su dedicación literaria al tema del arte– se dio unido con el cultivo de la pintura y, sobre todo, del collage y el dibujo. Desde muy temprano fue un activo acumulador de objetos de escasa utilidad práctica pero sugestivos por su realidad tangible. Por suponer un camino hacia un mayor grado de aptitud en la actividad artística y también por alumbrar aspectos del arte mantenidos en zonas aparentemente desdeñadas por los tratadista del tema. El tiempo le ha dado la razón a Gómez de la Serna y nos lo presenta como uno de los anticipadores de la sensibilidad del porvenir.
Muy temprano sintió la necesidad de ampliar su medio de expresión con las palabras añadiendo las de las imágenes y sus colecciones de greguerías, y el hombre estadística sus artículos en la prensa comenzaron a aparecer ilustrados con sus dibujos inspirados para la ocasión en la poética sugestión del momento.
Si las imágenes con frecuencia nos dicen más que las palabras, en su caso poseen un especial encanto. En momentos en que la ilustración comenzaba a desencorsetarse. La aportación de Gómez de la Serna fue muy oportuna y beneficiosa. El trazo de sus dibujos se adivina que es el de la pluma estilográfica que ha dejado un momento de ser fiel a las palabras para anotar, como en greguerías plásticas, sugestivos aspectos de lo por él observado, de lo que procede lo escrito, y anotado rápidamente con el dibujo, o de lo imaginado basándose en sus dotes de fabulación. Y sucede que, aunque en menor medida que su obra literaria, pero sí en una grandísima abundancia, creó colecciones diversas de dibujos que muchos han llegado hasta nosotros porque el buen gusto de los editores con frecuencia les lleva a ilustrar con ellos las ediciones de sus libros.
En el capítulo, aún por escribir, sobre el arte creado por algunos literatos, Gómez de la Serna ha de ocupar un señalado lugar. Sus dibujos tienen un trazo sencillo, pero muy sensible y suficiente para captar lo que se nos quiere decir, suelen tener un atractivo que les hace permanecer en la memoria del lector.
Su originalidad es similar a la de sus apuntes literarios y sus greguerías. Por ejemplo, en un libro como Gollerías, observaciones sobre pequeñas cosas, el escritor-artista para ilustrar breves textos, como Posturas musicales, lo hace con dibujos que nos ofrecen su captación certera, irónica y exacta de algunas formas adoptadas por los asistentes a conciertos.
Otro de sus dibujos más logrados es el de un personaje que ha perdido su cabeza y lo vemos arrodillado bajo los faldones de una mesa buscándola con un fósforo encendido. Tampoco es fácil de olvidar el dibujo que ilustra El hombre estadística, con una figura de un caballero grueso, bigotudo y de perfil quien dentro de su cuerpo tienen anotadas y dibujadas aquellas cosas que en su vida ha consumido (por ejemplo: sal, dos salinas, etcétera..)
El dibujo de Gómez de la Serna, aunque algunos se adornen con globos y palabras, tiene mucho más que ver con la ilustración que con el cómic. Se realiza en paralelismo a su obra literaria. Aunque posee un valor plástico en sí, de calidad muy personal.
A la vez que con sus dibujos fue ilustrando sus colaboraciones con fotos curiosas y a veces con collages. Pero su actividad en el collage la desarrolló especialmente en los estudios que tuvo en Madrid y en Buenos Aires, cubiertas las paredes y las superficies de algunos muebles con imágenes organizadas de forma acorde con las técnicas avanzadas del collage, de las que fuera tan buen conocedor.
Así mismo, en ocasiones encontró un espacio de tiempo para cultivar la pintura y realizó algunos cuadros, siempre de interés, entre los que destaca algún autorretrato y un retrato de la escritora argentina Luisa Sofovich, su esposa.

LAS CLASES DE LITERATURA 
Las clases de literatura que recibí en el bachillerato (fui alumno de Enriqueta Ors Bremes) fueron perfectas. Sus ejemplares explicaciones eran las de una persona impregnada de humanismo. Aunque ya me hubiera sorprendido la lectura de lagunas greguerías en los periódicos, en su clase oí hablar por primera vez con respeto de ellas al citarnos con casi trágico entusiasmo la que dice:
“Se hacen lutos en veinticuatro horas. El destino los hace en un instante."
Pero la auténtica revelación ramoniana vino después, cuando adolescentes y jóvenes poetas, un grupo de amigos acudíamos a casa de Ángeles Fernández que nos superaba en vida recorrida, en sabia experiencia y educada sensibilidad. Era época de entusiastas lecturas de autores modernos españoles y extranjeros, de éstos en traducción no fiable, de línea existencialista y tremendista.
Por entonces, aún eran capaces de deslumbrarnos las actitudes teatrales de corte valleinclanesco y daliniano, aún sin estar sustentadas por un genio equivalente al de estos personajes. Entre lectura y lectura de poemas suyos y de los nuestros, Ángeles Fernández nos escuchaba atenta, pero en una ocasión dijo:
Estoy asombrada de oíros hablar con entusiasmo de .... A mí sus personajes me parecen de cartón piedra. Quien es un gran escritor es Ramón Gómez de la Serna, que todo lo impregnaba de alma.
Nos prestó libros suyos abundantes, algunos en ediciones primeras. Como Los muertos, las muertas y otras fantasmagorías, edición de Cruz y Raya. Y nos contaba anécdotas de sus conferencias a las que asistía de jovencita y, cómo, en una ocasión, estrechó su mano.
Encendió nuestro entusiasmo permanente, al menos en mí, por Ramón Gómez de la Serna. De la supermillonaria tarea de Ramón he leído libros y colaboraciones múltiples, mientras sigo descubriendo nuevas cosas y me doy cuenta de que son muchas más cuantas me quedan por descubrir.

RAMÓN Y SU SERVIDOR
Me hice con su dirección y él tuvo la gentileza de acusar recibo al envío de mis libros. Pasado un tiempo publiqué un libro sobre la generación del 98, donde aunque no se estudia en él a Ramón, resplandece mi alta estima por el escritor.
Alejandra Pizarnik cuando conoció el libro se lo pasó a Luisa Sofovich, entonces ya viuda de Ramón y mantuvimos correspondencia sobre asuntos ramonianos. En una de las cartas le contaba mi peregrinación de oficina en oficina por las dependencias del Ayuntamiento de Madrid hasta conseguir que me mostraran el reconstruido torreón de Ramón traído desde Buenos Aires, situado entonces en la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor.
Por mi trato epistolar con Luisa Sofovich pude conseguir un pequeño libro de Ramón: Caprichos inéditos, para la colección “La esquina”, de Antonio Beneyto. Cuando después se hizo una colección con este título en la editorial Picazo facilité mi ejemplar de El incongruente para que editase ese libro y la nueva edición también apareció con cubierta dibujada por mí, como el anterior. Ramón vivió el arte con entusiasmo de poeta y además de cultivarlo como dibujante, dedicó muchas páginas lúcidas apasionadas al tema. Al arte avanzado de su época y al arte vivo del pasado que actualizara con sus inspirados y audaces comentarios. Bien digno de ser leído por cuantos se interesan por el arte hoy, sin embargo un libro tan famoso e imprescindible como su Ismos no parece que se haya leído con cierta atención por algunos de quienes era de esperar lo hicieran suficientemente bien. Me refiero al artista catalán J, Batllé Planas, quien residió durante muchos años en Argentina (fue profesor de pintura de la gran poeta Alejandra Pizarnik). En el artículo de Ismos dedicado al surrealismo se reproducen tres espléndidos cuadros suyos: Radiografía paranoica (a toda página), El Ampurdán y El Tibet. Ilustran esta parte del libro, con las de Batllé Planas, reproducciones de obras de André Bretón, Miró, Chagall, Max Ernst, André Masson, Tanguy, Frida Kalho, Klee, Óscar Domínguez, K. Seligman, Roland Penrose, Víctor Brauner y Arcimboldo.
Pues bien, en el Centro de Arte Santa Mónica de Barcelona, recientemente hubo una exposición dedicada al Surrealismo en Cataluña, entre los años 1924-1936, donde están las estrellas catalanas del movimiento, con otros artista, sin duda menos significativos que J. Batllé Planas, ausente de la exposición.
Curiosa anécdota acaecida durante el centenario de Ramón.

LA TERTULIA DE POMBO
La mejor manera de celebrar un centenario es demostrar cómo se tiene verdadero interés por la persona y la obra del escritor o del artista. Recién el de José Gutiérrez Solana, una buena manera e culminar el suyo y el de Ramón sería colocar el cuadro de aquél, La Tertulia de Pombo, magistralmente presidida por Ramón, en el Museo del Prado. Solana y Ramón se verían en palabras de ramón: “Realizando mis sueños de quedarme de noche en un museo”.
Y, en este caso –ellos entre los mejores– en el mejor posible de los museos.

Antonio Fernández Molina
© Herederos de Antonio Fernández Molina


El presente artículo se publicó en Boletín RAMÓN n.º 9, otoño.-2004

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