Feliz Navidad y año 2025 (con La tienda ausente, texto que dio título al primer libro de relatos de Antonio Fernández Molina)



Lienzo de Antonio Fernández Molina


La página Antonio Fernández Molina felicita la Navidad y el año nuevo 2025 a sus lectores con La tienda ausente, relato que dio título al primer libro de relatos del autor publicado en Comunicación Literaria de Autores (Bilbao:1967).



La tienda ausente


(En algunas más). En todas las ciudades hay una tienda que se ha quedado al margen. Se ha arrinconado en una fecha determinada y allí permanece sin que se conmueva. Aún estando en el centro del movimiento comercial, aun siendo su emplazamiento ideal para cualquier negocio, la tienda sigue ahí y no hay quien la mueva de su marasmo. Su pintura tiene un tinte desviado, conserva artículos que hace más de veinticinco años que han desaparecido del mercado y con el mismo precio de entonces.
(Es la tienda de las gangas en la que nadie parece fijarse. Donde se puede esperar que te den la vuelta del papel en monedas de oro).
Sus dueños no pueden vivir del comercio. Viven de unos títulos depositados en el banco y no piensan en el porvenir. Como habitan en la trastienda y su criada es tan vieja como ellos y todos son sordos, tiene pocas novedades que comunicarse. Gastan siempre igual porque, a medida que pasa el tiempo, consumen menos. Los cinco duros que emplean en la compra les basta en esta fecha de inapetencia como antes les colmaba en la época del hartazgo.
Por lo demás hasta la contribución se olvidó de ellos. Y están acartonados, cada día más ciegos, olvidados de sí mismos, guardados por ese mostrador tras el que no piensan en nada, cubiertos de moscas en todo tiempo, burlando el reglamento del horario de despachos.
Alguna vez ha sucedido que un inspector de algo se ha detenido ante este establecimiento, ha dudado y, después de consultar sus papeles, sin salir de la duda, ha dado media vuelta por temor a una equivocación ridícula.
No exagero si digo que en esta tienda no se enteran cuando hay guerra. Una vez cayó un obús a veinticinco metros. El marido no oyó nada y la mujer acertó a distinguir algo que interpretó como una ventosidad de su hombre y volvió hacia él, levemente, la vista con desprecio. 
Se arpó un cristal pero nunca llegaron a notarlo.



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