Goya, continente y océano, artículo de Antonio Fernández Molina




No es exagerado afirmar que, con Goya se inicia el arte moderno. (¿Lo sería decir que el arte del futuro comienza por una parte con Picasso –ese hijo de Goya– y por otra con Duchamp?).
  Goya vive, desde los albores renovadores de los inicios del romanticismo, la gran transformación que ha de suceder en el arte y, como Picasso después, se inserta en la vida y son plena naturaleza. (Duchamp abre –o cierra– una ventana hacia alguna matemática superior que nos pone en contacto con una suerte de estratosfera artística).

  Se ha dicho repetidas veces que el aprendizaje de Goya fue lento, pues alcanzó a dominar su personal lenguaje pasada la cuarentena. Desde una máxima altura. Esto es acertado. Pues en Goya se dio el aprendizaje de superaprender muy bien, las reglas de la época, mientras inventaba las del futuro y las de su arte. Cuando aún no era el grandísimo pintor que alcanzó a ser, ya era el mejor pintor de España, como acertadamente señaló Ortega y Gasset, e incluso del mundo, pues si no ¿quién le pondríamos por delante?


En la vanguardia
  Y sucedió que el mozo aragonés, cuando después de su periplo zaragozano llega a Madrid, en plena posesión de cuanto de él se exigía, prosiguió sobre todo su aprendizaje, en lo que ya había aprendido bastante, en la vida. Ello le dio flexibilidad a su arte y lo situó definitivamente, con unos pocos artistas más, en los primeros puestos de la pintura de todos los tiempos y en la vanguardia permanente del arte. Lo consiguió amasando la pasta variopinta de la vida y metiendo en ella de lleno los pinceles. El discípulo de maestros italianos y franceses, ya maestro a su vez, fue durante una larga quincena anual discípulo del lo esencial cotidiano.
  Muy pronto, alimentada su inspiración en ancestrales alucinatorias atmósferas, se anticipó a Bretón y comenzó a ser el más claro antecedente del surrealismo en la pintura, por su original forma de captar las esencias de los latidos, afirmativos y contradictorios de su poderosa imaginación y de cuanto encontrara ante sus pasos. Pero el que sea un antecedente del surrealismo, con todo y ser algo tan importante es solo uno de sus dinámicos aspectos. De paso fue también el antecedente de la mejor pintura española, de cuanto a su alrededor gravita y de otros fenómenos culturales como la generación del 98.
  Fue antecedente de muchas cosas dejando de lado otras ajenas a su vitalismo de las que andando el tiempo se derivarían el cubismo y similares consecuencias.

Autenticidad y desparpajo
  En su pintura, y en la de Velázquez, estalla el impresionismo. En la del Greco y en la suya, el expresionismo. Pero luego, además, casi por sí solo, es uno de esos continentes de los que parten las señales indicadoras del arte fantástico que ha venido después (¡Esa contundente imaginación suya tan impregnada de lo real!).
  El inaugura un modo de hacer que está lleno de autenticidad y de desparpajo. Casi todo de cuanto positivo dejó el impresionismo procede de las más certeras y desenfadadas pinceladas de Goya, sean las de los frescos de San  Antonio de la Florida o las de cualquier otra parcela de su territorio.
  Su influencia cruza ese movimiento y pasa a través de Van Gogh y de Gaugin. Cruzando los océanos llega a los trópicos.
Rousseau
  Los mismos fauves parecen proceder de la impresión de Goya, o de las consecuencias que sus consecuencias, produjeran en su retina, y que inicio la dinámica de su pintura.
 Incluso el arte más incontaminado, el naïf, en su máximo representante, Henri Rousseau, el seráfico Aduanero, de algún modo también está tocado de la gracia Goyesca. Hay un evidente trasvase desde Los fusilamientos del 2 de Mayo y La carga de los mamelucos, hacía La guerra de Rousseau.
  Ni siquiera la impresionante aventura pictórica de Dubuffet (¿no es la máxima de los últimos tiempos?) tendría seguramente existencia sin Goya.
  A través de lo goyesco podemos situarnos en la época picasiana de los arlequines, cuando Rilek andaba por Ronda cagando las pilas de sus Elegías del Duino y los  Sonetos de Orfeo. La primera gran guerra terminaría definitivamente con el siglo XIX y, si con algún retraso, se iniciaría aceleradamente el siglo XX (¿también el XXI?).

El expresionismo   
  Así han surgido los primero intentos de arte abstracto con Kandinsky y con algunos iniciales atrevimientos de Picabia, tan caótico, dinámico y sugerente que, aunque no entre de lleno en lo goyesco no es ajeno a su genio y también le roza en algunas de sus obras menos mecanicistas.
  Sin Goya tampoco podría explicarse el expresionismo de este siglo. Por supuesto tampoco podrían explicarse las vertientes expresionistas del arte abstracto desde la Action painting hasta El Paso. La libertad de dicción, la espontaneidad de esta faceta de la pintura es de Goya de quien procede de más visible manera.
  El paso del tiempo nos ha hecho ver que la abstracción desembocaría en una nueva figuración y también que ya era nueva figuración Wols, Michaux, Mathieu, Manesier, Soulages… y podrían aducirse innumerables ejemplos. En cuanto a la nueva figuración en sentido estricto, cuando no incide a través de lo Pop en cierta mitología de lo sentimental o de la banalidad, es en buena parte goyesca.  Fijémonos en ciertos aspectos del mismo Rauschemberg, de Hock-ney y los casos más próximos de Barjola y Gordillo.

El más español
  Pero sobre lo mucho y nunca excesivo, que sobre Goya pueda decirse, destaca el hecho de que este aragonés fue, entre todos los pintores, tal como destaca Elie Lambert: “sin duda, el más español”y “en mayor grado que nadie, un artista y un hombre cuyo valor supera los tiempos y los países”. Y tan genial por lo menos como el que más, también en el dibujo y en el grabado. Consideración aparte merecen las leyendas de algunos de sus grabados, con suficiente Duende para hacer figurar a su autor en alguna literatura antológica de humor negro.
  Como no podía ser menos su obra ha llamado la atención de muchos grandes poetas. Los poemas que le dedicaron Baudelaire y Rubén Darío, están entre lo mejor que escribieran. El mismo Juan Ramón Jiménez lo toma con sus pinzas líricas y lo incorpora a esa amplia panorámica substantiva que es su Españoles de tres mundos, con su prosa peculiar de la que son estas frases: «Sale de su cueva sin necesidad de entrecerrar los ojos, mira de frente la luz de España, aurora negra o poniente de sangre. Todo el sol ardiente y trágico o toda la sombra monstruosa y dulce. El, solo y él mismo, sale. Recreador sin fin de lo bueno y lo malo del amor y el odio, de la sed, el placer y el dolor, de la vida, de la muerte, se dispone. Dios y demonio de la pintura. Y sin descanso…¡Cuantos ojos pone en todo y como deja sus ojos para seguir mirándonos a todos desde todos y todos!».

Antonio Fernández Molina
© Herederos de Antonio Fernández Molina

[El presente artículo de Antonio Fernández Molina lo publicó el diario El día el 14 de julio de 1982].

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